CAPITULO 10
“BUENAS COSTUMBRES”
Esa
primera noche, después de cenar, tía Carla decidió conveniente que me quedara
en el cuarto del primo Alonso, a lo que, algo nervioso respondí, que sí.
Después de ayudar a lavar los trastes y de ver un rato la televisión, me
despedí para irme a dormir.
—
Espera, yo voy contigo,
también muero de sueño — dijo mi primo entre bostezos.
Subimos, las escaleras, yo detrás del,
entramos a la habitación, la cama era muy grande, le dije que me iría a dar un
baño, el se quito la camisa y saco un pequeño short mientras yo me metía al
baño. Más tarde al regresar, lo encontré totalmente dormido, se miraba tan
tierno, levante las sabanas y me acosté a su lado.
Era como vivir en una agencia de modelos,
por un lado mis primos que siempre gustaban de andar enseñando sus encantos a
la menor provocación, paseándose por toda la casa con la menor ropa posible. Y
por el otro mi tío que aunque anduviera tapado de pies a cabeza, siempre se
miraba encantadoramente guapo, a veces me ponía a pensar que brujería había
usado mi tía para poder conseguir un hombre como él, pues de toda la casa solo
yo y ella éramos los comunes.
Una de
las cuatro semanas que pasaría en México había transcurrido, tenía poco tiempo
para poder llamarle a Erick entre las salidas familiares y los paseos
exclusivos de primos.
En
una de esas pocas ocasiones me platico que estaba en casa que no había podido
salir a vacacionar con su familia porque su abuelo se encontraba enfermo. Sobre
todas las personas de las cuales quería saber alguna información en todo el
mundo se encontraba Raúl, pero omitía mis ganas de preguntar por él.
Era sábado, mi primer fin de semana en
este país, y por primera vez en los seis días anteriores no teníamos planes,
mis tíos se fueron al club campestre, Zulema y Octavio al gimnasio, yo me
encontraba sentado en la sala viendo una caricatura que no había visto desde
hacia tiempo. Alonso el cual pensaba estaría totalmente dormido, bajo las
escaleras a paso lento, aun adormitado, sin camisa y con sus jeans aun sin
abotonar.
—
donde están todos — dijo
mientras serbia una taza de café.
—
Salieron muy temprano,
regresaran tarde así que nos dejaron algo de dinero para que salgamos a comer.
—
Está bien — dijo mientras se sentaba a mis
costado — ¿quieres acompañarme al centro comercial?
No
había tenido la dicha de salir solo con mi primo así que respondí rápidamente
que sí.
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